4 estructuras narrativas
en los cuentos de «El llano en llamas», de Juan Rulfo
Rememoramos la categorización estructural que estableció Thomas E. Kooreman a los cuentos de El llano en llamas, de Juan Rulfo.
Rulfo expresa lo regional a través del habla de sus personajes, mientras logra lo universal con sus monólogos interiores. De esta manera, Thomas E. Kooreman sintetiza el potencial literario de Juan Rulfo en su artículo Estructura y realidad en «El llano en llamas», publicado en 1972. Si bien es un artículo extraviado en el tiempo, sus planteamientos merecen recordarse.
Según Kooreman, Rulfo emplea dos técnicas narrativas: el habla del personaje y el monólogo interior. La primera se manifiesta en la representación del ambiente rural del México posrevolucionario a través de la «sugerencia sutil y constante en el habla del personaje representado». Es decir, no se trata de un exceso de elementos típicos regionalistas, sino más bien de la natural expresividad de sus habitantes. Es por esto, dice Kooreman, que «el lenguaje sirve para dibujar el ambiente al mismo tiempo que para caracterizar al personaje».
La segunda técnica, el monólogo interior, revela la realidad interna de los personajes, quienes no siempre son conscientes de ella. Hay en sus discursos internos una confesión del mal o una visión inocente del mundo (como en «Macario»). Es por esto que a través de este recurso Rulfo alcanza lo universal. Sin embargo, hay que precisar que lo que Kooreman llama «monólogo interior» es más bien monólogo a secas, como explicaré más adelante.
A partir de la identificación de ambas técnicas, Kooreman establece cuatro categorías para analizar la estructura de la cuentística de Rulfo:
- Monólogo interior.
- Estructura cubista.
- Diálogo convertido en monólogo.
- Estructura lineal tradicional.
Monólogo interior en El llano en llamas
Este recurso permite romper la linealidad del tiempo cronológico. Los personajes recuerdan, analizan, juzgan en su mundo interior. Pueden presentarse dos situaciones: 1) el lector acaba por conocer la realidad más que el mismo protagonista; es decir, el lector alcanza una comprensión integral y profunda que no siempre logra el personaje. 2) Tanto el personaje como el lector conocen lo mismo, ya que no hay realidad por fuera de la comprensión del personaje que la cuenta. Este segundo caso se manifiesta como una confesión o revelación.
La primera de las dos situaciones se presenta en «Macario» y «Es que somos muy pobres». En ambos cuentos el narrador no es plenamente consciente de la realidad que lo circunda. Es el lector quien logra integrar la realidad narrada por el personaje con la realidad «objetiva» de la ficción. Macario es un ser con un punto de vista limitado cognitivamente, al igual que el niño de «Es que somos muy pobres». Ellos no alcanzan a entender su verdadera condición.
La segunda situación se encuentra, por ejemplo, en «Talpa». En esta historia el narrador comprende la totalidad de su condición y, al confesarla, el lector también la conoce. No hay un desequilibrio cognitivo como en los dos cuentos mencionados anteriormente. En palabras de Kooreman, «el protagonista está completamente enterado de lo que siente y de lo que ha hecho; por tanto, su monólogo es más una confesión al lector, quien se entera de lo que ya sabe el protagonista».
Hay que advertir que esta categoría presenta un conflicto conceptual. No son monólogos interiores las narraciones en «Macario», «Nos han dado la tierra» y «Talpa». Son, por definición, narraciones en primera persona. A este narrador se le conoce como homodiegético. Quizá no se trata de monólogo interior, sino tan solo de monólogo a secas, entendido como un discurso en el que no se entromete el oyente.
Estructura cubista
En esta estructura hay un intercambio constante de puntos de vista. No hay una sola conciencia o competencia cognitiva, sino varias, que construyen la historia de manera polifónica. El gran ejemplo es «El hombre», en el que conocemos las voces del asesino, el perseguidor y el borreguero. Aparece también la narración implícita del licenciado en la narración del borreguero.
Para Kooreman, la estructura de este cuento desdobla la realidad: «La primera sección crea la realidad interior y exterior del suceso principal, la fuga, mientras que la segunda sección presenta el reportaje periodístico del testigo desinteresado».
Diálogo convertido en monólogo
En la estructura de diálogo, la historia se recrea gracias a la conversación entre dos o más personajes. El ejemplo de Kooreman es bastante interesante, pues se trata de «Luvina», cuya narración oscila entre el narrador en tercera persona que no participa de la historia y la narración en primera persona de uno de los interlocutores que toma la palabra durante la mayor parte de la historia. La estructura presupone un diálogo, pero la narración se presenta por el monólogo de un interlocutor.
Estructura lineal tradicional
En los cuentos narrados con esta estructura, los acontecimientos se presentan claramente en orden cronológico. Los diálogos no se convierten en monólogos como en la categoría anterior. Un buen ejemplo es «El paso del Norte», cuyos acontecimientos son ordenados en función del diálogo constante entre los interlocutores. La presencia de un narrador en tercera persona es casi nula.
Hay un aspecto sumamente significativo en esta ya vieja categorización estructural de Kooreman: el carácter conversacional (ya sea monológico o dialógico) de los personajes es la base estructural del relato. A través del lenguaje «vivo» (o vívido) de los protagonistas, Rulfo crea el efecto de realidad de la vida rural del México posrevolucionario.
Estos y otros temas sobre Juan Rulfo y su obra los compartimos en el tercer ciclo del club de historia y literatura, en el que abordamos diversos temas de la historia, la cultura y la literatura mexicana.
Si deseas conocer las fechas de nuestros próximos clubes de historia y literatura, únete al grupo de WhatsApp de talleres y clubes literarios de Magalico.