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El realismo mágico
en Cien años de soledad

Qué es aquello que llamamos realismo mágico en Cien años de soledad, la obra cumbre de Gabriel García Márquez. ¿Cuáles son los fundamentos culturales de ese realismo mágico en su obra?

El realismo mágico en Cien años de soledad

Se le llama realismo mágico a cierta actitud natural ante las manifestaciones mágicas o maravillosas del mundo ficcional de una obra literaria. Lo mágico es lo sobrenatural, y al unírsele la cualidad de lo real se pretende juntar una aparente contradicción de términos: lo extraño con lo cotidiano. Así, la magia se vuelve cotidiana, y el mundo mágico se convierte en el mundo real.

Es en ese sentido que se habla de realismo mágico en Cien años de soledad. Sin embargo, hay una pregunta importante: ¿de dónde provienen esos elementos mágicos que parecen realistas y naturales en la obra garciamarquiana?

El realismo mágico en Cien años de soledad: la cultura en la que se origina la magia garciamarquiana

La magia de Cien años de soledad proviene de los wayuus. Estos son los miembros de la comunidad indígena ubicada en La Guajira, llamada la comunidad Wayuu. Gabriel García Márquez conoció muy de cerca a los wayuus. 

Juan Moreno Blanco, investigador de la influencia de la cultura wayuu en la obra garciamarquiana, expresó que en una entrevista realizada a Gabriel García Márquez este dijo lo siguiente:

La casa de Aracataca estaba llena de guajiros, indios guajiros, no de habitantes del departamento de la Guajira. Eran gente distinta, que aportaba un pensamiento y una cultura a esa casa que era de españoles, y que los mayores no apreciaban ni creían, pero yo vivía más a nivel de los indios, y ellos me contaban historias y me metían supersticiones, ideas que yo notaba que no tenía la abuela.

Esos indios guajiros eran, desde luego, los wayuus. Queda demostrado así por las propias palabras de Gabriel García Márquez que efectivamente convivió con mucha proximidad con ellos y aprendió sus historias y supersticiones. 

De allí proviene la magia de Cien años de soledad. En este punto, es importante resaltar que no se trata, entonces, de magia, sino de elementos culturales muy específicos de una comunidad indígena muy concreta. 

Cuando se habla de realismo mágico nadie está pensando en los wayuus, sino en una especie de actitud o capacidad del escritor para hacer de lo mágico algo cotidiano. Este es el problema con esta etiqueta, que es principalmente plástica, es decir, no ahonda en el reconocimiento de la fuente cultural del escritor. 

Elementos del realismo mágico en Cien años de soledad, o mejor: elementos wayuus en Cien años de soledad

La potencia reveladora de los sueños y la aparición de los muertos o del mundo sobrenatural en nuestro mundo real y práctico son realidades cotidianas para los wayuus

Para ellos, estos eventos no están cargados de la misma extrañeza que para nosotros. Los vemos como hechos «maravillosos», pero ellos conviven con estas «maravillas» como parte de su cotidianidad.

Explica Juan Moreno Blanco lo siguiente:

Como muchas sociedades amerindias, la sociedad wayúu es una sociedad chamánica cuya visión total del mundo se caracteriza por una complementariedad entre dos orbes o hemisferios que se complementan; el uno es el orbe de lo visible y natural y el otro es el que ellos llaman pülashü, orbe de lo sagrado y sobrenatural que al manifestarse o al irrumpir en el orden natural lo cubre, lo sobredetermina y lo explica.

En Cien años de soledad hay una constante manifestación del mundo sobrenatural en el mundo visible o natural. De hecho, los eventos fundacionales de Macondo se originan en situaciones propias de esa manifestación del mundo pülashü de la cultura wayuu. ¿Cuáles son?

  1. El miedo de Úrsula Iguarán a sus sueños.
  2. La presencia de un espectro.
  3. El sueño fundacional de Macondo.

1. El miedo de Úrsula Iguarán a sus sueños

Observemos este fragmento de Cien años de soledad:

Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el estampido de los cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido […]. El alba la sorprendía en el patio sin atreverse a dormir, porque soñaba que los ingleses con sus feroces perros de asalto se metían por la ventana del dormitorio y la sometían a vergonzosos tormentos con hierros al rojo vivo. Su marido, un comerciante aragonés con quien tenía dos hijos, se gastó media tienda en medicinas y entretenimientos buscando la manera de aliviar sus terrores. Por último liquidó el negocio y llevó a la familia a vivir lejos del mar, en una ranchería de indios pacíficos situada en las estribaciones de la sierra, donde le construyó a su mujer un dormitorio sin ventanas para que no tuvieran por dónde entrar los piratas de sus pesadillas.

El miedo a sus sueños fue lo suficientemente fuerte (real) para desencadenar una decisión trascendental: huir hacia una «ranchería de indios pacíficos». Por supuesto, podemos intuir quiénes son esos indios: los wayuus.

2. La presencia de un espectro

José Arcadio Buendía le atraviesa la garganta a Prudencio Aguilar con una lanza. Desde entonces, el espectro de Prudencio visita la casa de Arcadio y Úrsula para atormentarlo. La pareja decide irse, y así emprenden la travesía que desembocará en la fundación de Macondo.

—Está bien, Prudencio —le dijo—. Nos iremos de este pueblo, lo más lejos que podamos, y no regresaremos jamás. Ahora vete tranquilo.

Y fue así como emprendieron la travesía de la sierra.

3. El sueño fundacional de Macondo

José Arcadio, Úrsula, varios amigos y familiares emprendieron la aventura de la sierra hasta que:

Una noche, después de varios meses de andar perdidos por entre los pantanos, lejos ya de los últimos indígenas que encontraron en el camino, acamparon a la orilla de un río pedregoso cuyas aguas parecían un torrente de vidrio helado […]. José Arcadio Buendía soñó esa noche que en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de espejo. Preguntó qué ciudad era aquella, y le contestaron con un nombre que nunca había oído, que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el sueño una resonancia sobrenatural: Macondo. Al día siguiente convenció a sus hombres de que nunca encontrarían el mar. Les ordenó derribar los árboles para hacer un claro junto al río, en el lugar más fresco de la orilla, y allí fundaron la aldea.

Notemos con cuánta naturalidad José Arcadio Buendía acepta el mensaje del sueño, incluso el nombre de la aldea: Macondo. Es a esta naturalidad que se le denomina realismo mágico. Sin embargo, aquí hay algo más, algo que va más allá de una mera decisión estética e individual del autor; se trata de una representacion cultural en la que los sueños y sus mensajes no son extraños y merecen consideración. Es la presencia de la cultura wayuu en Cien años de soledad.

Finalmente…

La semejanza entre las manifestaciones sagradas o sobrenaturales de los wayuus y los eventos fundacionales de Macondo es bastante clara. A lo largo de la novela hay una gran cantidad de apariciones, de sueños y vaticinios que hacen parte de las tres intervenciones del mundo otro en el mundo empírico: la muerte en la vida; el sueño en la vigilia; y el futuro en el presente.

No es realismo mágico, es la cultura wayuu en Cien años de soledad. Puedes profundizar todavía más en esta versión completa y detallada de este tema dando clic AQUÍ.


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