El Mundo
Ortográfico
Carolina Manjarrés Mur
En el Mundo Ortográfico vivían muchas palabras, algunas graves, otras agudas y pocas esdrújulas. A estas tres las separaban enormes muros, construidos por el presidente del Mundo Ortográfico: Acento. Los muros no dejaban que las palabras se conociesen entre sí, razón por la que se empezaron a crear oraciones cuyos componentes compartían el mismo acento, dándole así un control al presidente sobre las nuevas creaciones.
En Ciudad Grave vivía una palabra que se encargaría de librar al Mundo Ortográfico del terrible Acento. Esa palabra era Libro. Desde pequeño siempre fue alguien con la curiosidad bien despierta, cada día miraba los muros preguntándose qué cosas ocultaban.
Un día, Libro caminaba por los alrededores de Ciudad Grave cuando se encontró con una palabrita fuera de lo común, era esdrújula, y se llamaba Sílaba; una de aquellas raras criaturas que llevaba siempre una tilde. Decidido a ayudar a la forastera, Libro se acercó, aunque precavidamente.
—Hola —saludó a la intrusa que relucía su tildada apariencia como si fuera poca cosa.
La palabra esdrújula analizó a Libro de letra en letra antes de responder:
—Sí, definitivamente estoy aquí —y con una reacción digna de un premio de redacción, Sílaba se desplomó en la calle de Ciudad Grave.
Libro, al verse en aprietos, decidió llevar a Sílaba a su lugar secreto, la Biblioteca del Conocimiento de Ciudad Grave. Reposó a la menuda palabrita en uno de los estantes, y empezó una nerviosa caminata por los alrededores, cuestionando su propia decisión.
A los pocos minutos, Sílaba se despertó sobresaltada.
—¡Dónde estoy! —vociferó, y se giró para ver a Libro, quien salía de un pequeño estante con sus letras temblando del miedo.
—Estás en la Biblioteca del Conocimiento de Ciudad Grave —murmuró por lo bajo.
Sílaba se paró al instante, empeñada en salir del lugar. Sin embargo, Libro, notando sus intenciones, atrapó a una de sus letras, sabiendo que sin esta la palabrita no sería capaz de lograr su cometido.
—Espera un momento —dijo Libro—, no puedes salir así como así. Ponte esto, te ayudaré a volver a Ciudad Esdrújula. Y extendiéndole una bufanda para ocultarle la tilde recuperó el control de la situación.
Sílaba y Libro se encaminaron al muro que separaba Ciudad Grave de Ciudad Esdrújula. Durante la caminata tuvieron una amena charla sobre cómo vivían en ellas.
—¿Entonces hay palabras sin tildes? —preguntó Sílaba, consternada.
—Sí —respondió Libro—, solo las palabras graves que no terminan en n, s o vocal pueden llevar tildes.
—Eso es fantástico —dijo Sílaba con admiración—. Eres bastante inteligente a pesar de no tener tilde.
—Las palabras como yo estamos encargadas de almacenar información; claro que esta es ahora limitada. A lo mejor podré añadir descripciones sobre Ciudad Esdrújula cuando vuelva a Ciudad Grave.
—¡Eso sería genial!
Caminaron y caminaron hasta llegar al muro.
—¡Se me olvidó preguntarte cómo pasaste el muro! —expresó Libro, de manera fortuita.
—Lo salté —respondió Sílaba—. Tenía muchas ganas de hacerlo. En Ciudad Esdrújula las cosas están un poco tensas.
—¿Por qué?
—Un grupo de palabras agudas llegó a la ciudad, parece que destruyeron el muro que las separaban de nosotros.
—¡Eso es genial!, ¿qué piensa tu gente al respecto?
—Evalúan la situación, saben que Acento vive en Ciudad Grave.
—Eso es cierto, pero nunca lo hemos visto —afirmó Libro.
—Las agudas quieren cruzar nuestro muro para acabar con el Gobierno de Acento—murmuró Sílaba, emocionada por la cooperación de la palabra grave—. No saben muy bien cómo hacerlo, ¿podrías ayudarnos a pasar?
—Las agudas son singulares, tienen las mismas reglas de tildes, pero son muchísimo más valientes.
—¿Entonces lo harás? —pregunto Sílaba, emocionada.
—¡Lo haré!
Meses después de que Sílaba y Libro se conocieron, el último muro fue destruido, gracias a la información proporcionada por Libro. Las palabras pudieron derrocar a Acento y fueron libres. Las palabras jamás volverían a ser separadas.
Carolina Manjarrés Mur: cursa grado noveno en el Colegio Bilingüe Diana Oese. Dice que le gusta mucho «cantar gritando, pensar en cosas extrañas e imaginar universos que carecen de sentido».