Joel Zito Araújo:
la denuncia del crimen perfecto
Las obras de Joel Zito Araújo son la manifestación de la apuesta en la que fundamenta su propia vida: la construcción de un país posracial en donde no tengamos que preocuparnos por el color de piel de las personas ni por el problema del racismo.
Juan Sebastián Mina
El sol brilla honesto sobre la ciudad y envuelve a un niño y a su madre, quienes caminan por la calle que los dirige al Colégio Santo Antônio. El pequeño, de pantalón verde, avanza intranquilo mirando de tanto en tanto a su alrededor; la madre, una mujer que contrasta con la claridad del sol, marcha con la prisa de las empleadas que deben llegar a casa del patrón e iniciar con los oficios. De golpe, el niño se detiene, suelta la mano de la guardiana, quien lo ha protegido y guiado durante el trayecto, y marcha solo. A los pocos pasos se despide y lanza un beso tímido como firma de la vergüenza que encubre el patrimonio amoroso hacia su madre. Ella sonríe. El niño desaparece en las escaleras de la entrada con un leve peso sobre sus hombros.
Con los años el peso se hará abrumador y Joel Zito Araújo, aquel niño que es muchos niños, descubrirá el resultado de su carga: culpa. El descubrimiento no fue producto de una epifanía o de una charla escolar, sino de la angustia que ardía en sus entrañas; angustia de saberse apátrida. Angustia y culpa. Joel Zito Araújo fue criado por la familia de su padre, quien era motorista, porque la madre, una empleada doméstica, prefería que él lo hiciera para que tuviese una buena educación. Así se formó en el mejor colegio de Nanuque, municipio de Mina Gerais, Brasil, donde nació en 1954. Unos años después, su madre vivía en la periferia, el barrio obrero de la ciudad, y al joven Joel Zito, con la tez apenas besada por la melanina de sus ancestros, lo avergonzaba salir a la calle de su mano. «Yo no quería que mis colegas vieran que yo era el hijo de una negra». Joel hizo de esto su normalidad. Así, la culpa no estaba en el sentimiento, sino en el consentimiento. «Desde ahí me siento más capaz de contar ese tipo de historias. No es de gratis que mis filmes tengan un protagonismo muy amplio de mujeres negras».
A negação do Brasil (2000)
Años más tarde en su etapa de doctorado, Joel Zito Araújo lanza su documental titulado A negação do Brasil (2000, 92 min). El documental es el fruto de la desalienación de un hombre maduro cuya juventud fue orientada hacia el blanqueamiento. En él, el director examina la representación de los actores y actrices negras durante más de 50 años en la historia de la telenovela brasileña, una de las principales industrias del país. Joel propone discutir la construcción de imaginarios estéticos, pues estos fundamentan y posibilitan discursos. Con este marco, llega a la conclusión de que la clase baja no suponía una «buena estética» para la televisión nacional, pues, entre otros, en los años 70, 80 y 90 se dirigía, principalmente, a la clase media-media y media-alta. Esta era la estética que producía marketing y aceptación.
Los actores y actrices afrobrasileñas actuaban interpretando situaciones de total subalternidad. En aquella época la mujer negra era representada, regularmente, como esclava o empleada doméstica, encajando en la reedición de estereotipos comunes en el cine o en la televisión norteamericana, como el de la mammy. El tiempo es el mejor autor, y Joel y su equipo de investigación avanzan de su mano como testigo y narrador de cada hito de la representatividad negra en la telenovela brasileña: el de la empleada Zezé, «muy loca con sueños increíbles», como la describió la actriz Jaycira Silva —su interprete—, que cambió la mentalidad de los patrones con relación a sus empleadas; la cojitranca y muy sospechosa movilidad social y sus efectos en las relaciones paternalistas entre negros y blancos; y las oportunidades del mulato en la telenovela brasileña. Los actores y actrices afros de todas las telenovelas que intentaron representar fielmente la realidad brasileña tuvieron que verse reducidos a estereotipos.
Asimismo, Joel manifiesta las relaciones interraciales que, en la telenovela brasileña, siempre terminaban en matrimonio, confirmando de esta manera el anhelo mojigato de la democracia racial. El amor tiene colores, y Joel lo supo en su juventud. Cuando el minero entró a la universidad y comenzó a frecuentar el movimiento negro, acostumbraba ir a casa de una amiga blanca de clase media y, a pesar de su afro black power, la familia lo «trataba» con amabilidad y cordialidad. El sentimiento de amistad dio paso al pendenciero amor. La actitud de la familia se resume en una frase: usted traicionó nuestra confianza.
A negação do Brasil es una evaluación científica, no en el sentido biológico, sino como proceso cultural. Es la evaluación mediática del drama afrobrasileño que inició en la mente de Joel mientras cursaba el pregrado y notó que las telenovelas tenían una función de reconstruir el imaginario nacional de lo que fueron cinco siglos de la historia del Brasil. En Joel Zito el trabajo de cineasta y documentalista se fundamenta en una natural tendencia a la investigación. «El sapo no brinca por belleza, sino por necesidad. Yo no soy un intelectual por belleza, sino por necesidad». Esa necesidad intelectual, investigativa y rigurosa llevó a que su documental A negação do Brasil se reconociera con el premio Melhor Pesquisa do 6.º Festival Internacional de Documentários – É Tudo Verdade (São Paulo/RJ) (2001); escogido como mejor filme brasileño de É Tudo Verdade el mismo año de su lanzamiento (2000); premiado con el Gilberto Freyre de Cinema no 5.º Festival de Cinema do Recife (2001); y Melhor Roteiro de Longa Documentário no 5.º Festival de Cinema do Recife, el mismo año. También fue seleccionado para varios festivales alrededor del mundo, entre ellos el Festival de Cine Latino de Madrid y el Festival de Documentales de Porto.
El autor evidencia, con esta y sus anteriores producciones, que la estética del blanqueamiento es una imposición de la colonia, y cuestiona el caso de Brasil, país que se presenta como un gran mosaico étnico. Justamente el cineasta minero propone que dicha configuración…
…debería convertirse en un valor estético narrativo. La publicidad, el cine brasileño y las telenovelas brasileñas deberían tomar esto como un gran valor. Pero los productores que quieren impulsar la idea de la democracia racial tratan de convencerme de que somos una democracia racial cuando ni siquiera el 10% de los negros son protagonistas en las telenovelas.
Joel está convencido de que las políticas y los discursos que las sostienen se han edificado históricamente sobre las columnas de la racialización. Con eso, el campo de conquistas se traslada de la pantalla, sea chica o grande, a las esferas políticas y al territorio.
Raça, um filme sobre igualdade (2013)
Joel Zito Araújo entiende que la representación de los actores y actrices en la televisión ha castrado la posibilidad de acercarse a distintas experiencias negras del pueblo brasileño. Al tiempo, sabe que muy pocos —casi nadie, a decir verdad— retratan a aquellos que luchan cada día y tienen siglos de espera: a los negros, estos pocos muchos a los que todo nos llega tarde. Bajo ese principio, Joel construye un coro a tres voces que revitaliza el valor político y reivindica el derecho a la tierra.
Raça (2013, 106 min), filmada entre 2005 y 2011, es la historia de tres personalidades negras luchando por la igualdad racial en Brasil. Tres territorios en lucha y para la lucha. Tres vidas que comparten una condición (negros en un país racialmente armónico dirigido por quienes evitan las representaciones diversas), un proceso (el del reconocimiento de sus derechos ancestrales, políticos y sociales) y un proyecto: la libertad. Cada voz con su tono propio; cada tono con su color; cada color con su historia. Y todos con un mismo objetivo: cambiar el destino de su comunidad.
Una es la voz de muchas voces, la voz-samba del senador Paulo Paim, que, desde los bastidores del Supremo Tribunal Federal, impulsa el Estatuto de Igualdad Racial en el Congreso Nacional. Con imágenes inéditas, asistimos a los vericuetos de la política para legislar sobre el destino de una raza que, para el 2011, ya alcanzaba el 50,7 % de la población total. Otra, la voz-pagode del cantante, presentador y empresario Netinho de Paula, padre de siete hijos —la más pequeña se autodenomina una «japonega»— y de un proceso de creación y tentativa de consolidar el canal TV da Gente, un espacio donde el pueblo afrobrasileño tendría el protagonismo. TV da Gente propiciaría que los afrobrasileños agenciaran su propia proyección representativa en la televisión pública. Por otra parte, la voz-choro en la persona de la seño Múida dos Santos, activista quilombola y nieta de africanos esclavizados, quien lucha por la posesión y titulación de la tierra y el respeto para con las tradiciones ancestrales en su comunidad Quilombola de Linharinho, Espíritu Santo. Ella y los moradores de la región, huella alargada de la sombra de sus mayores, luchan contra un gigante del papel, Aracruz. Mercantilismo voraz vs. territorialidad ancestral.
Joel Zito Araújo funde esas voces en un coro que procura elevar la estética, el discurso y las experiencias negras a un lugar preponderante dentro de la realización y satisfacción colectiva brasileña. Ese es uno de los logros en sus manifestaciones creativas. Otro logro, más íntimo, es que ha convertido su vida en la excusa de toda su finalidad artística:
Yo no me veo blanco. Soy hijo de un hombre blanco y una mujer negra, pero opté edipianamente, en el sentido de la escogencia racional, por mi madre. Desde el punto de vista estético yo sé que no soy blanco, tampoco negrísimo, pero por dentro lo soy. Por dentro me encanta la historia de mi madre. Y por dentro siempre, en el fondo, estoy queriendo destruir esas condiciones que impidieron que mi madre tuviese una ascensión social, que tuviese una vida feliz. Ahora lo es, pero tuvo una larga carrera de empleada doméstica, de lavandera y de operaria.
De ahí que Joel Zito Araújo exponga el papel civilizatorio que tienen los productores audiovisuales, pues estos poseenla responsabilidad de hacer que Brasil (y cualquier otra nación) se autoevalúe y se dé cuenta de que tiene que criar a una nueva generación para que se erija generosa, incluyente e, incluso, competitiva en términos de un mercado global. El minero se cuestiona:
¿Cómo vamos a ser competitivos a nivel mundial si nos da vergüenza ser brasileños? ¿Cómo hacerlo si solo queremos vivir en Francia o en los Estados Unidos y creemos que la India, Perú o Bolivia son un atraso? Esa es una visión colonizada. Es por eso que tenemos que preparar una generación que vea la diversidad no como una vieja mentalidad colonial de superioridad, sino que vea a los demás como iguales. Que haga de la diversidad una oportunidad de mercado.
Meu amigo Fela (2004)
El horizonte se hace más amplio cuando el barco de sus cuestionamientos toca las costas africanas. «¿Cómo seremos competitivos si Brasil no quiere relaciones con África?» La geopolítica ha acercado África a Europa, y Brasil a los Estados Unidos. Y a pesar de que Brasil ignora a África, ambos países viven en una suerte de sincronía colonizada moderna:
En un contexto donde los conservadores se sienten orgullosos de su conservadurismo, donde el racista se siente orgulloso de su racismo, yo veo con mucho positivismo lo que está sucediendo en Estados Unidos porque me da esperanza. La era Trump va a acabar. Y tiene que acabar la era Bolsonaro en Brasil. Bolsonaro es un líder local. Un tipo sin apoyo internacional. A pesar del contexto racial donde se perdió la vergüenza de repetir los prejuicios raciales, yo creo que hemos avanzado bastante.
Sin embargo, no hay presente sin historia, y bajo esa premisa nace Meu Amigo Fela (2019, 94 min).
La producción de Fela no estaba conectada – como algunos creen– a una discusión sobre la masculinidad negra contemporánea. Lo que me movió a producir Fela fue el hecho de que las nuevas generaciones no tienen idea de lo que fue la vanguardia negra en la segunda mitad del siglo XX. No tiene idea de la importancia que tuvimos en la historia del ser humano en la segunda mitad del siglo XX. No tiene idea del impacto que tuvo un Malcom X, un Martin Luther King Jr., las Panteras negras, ni de los grandes artistas afroamericanos. Y no tiene idea de lo que fueron los hitos africanos en ese periodo. Es decir, nosotros movimos la vida política y la vida cultural en la segunda mitad del siglo XX. Mi idea de hacer Fela era mostrar eso: que la gente estaba permanentemente masacrada por la idea de que los negros eran incapaces y solo estaban ligados al deporte y a la danza. Pero nosotros cambiamos el rumbo de la humanidad en la segunda mitad del siglo XX.
Meu amigo Fela es un documental que muestra a Fela Kuti (1938-1997) a través de los ojos exiliados de Carlos Moore, su biógrafo oficial, y un cerco de personas que soñaron, vivieron y murieron la vanguardia negra, tanto en África como en Norteamérica. La multiplicidad de testimonios conducidos por el afrocubano radicado en Estados Unidos empapa el filme de intimidad, nostalgia y conocimiento profundo de Fela.
El documental avanza progresivamente con los cambios del nigeriano: la vida de aquel joven que comenzó su carrera cantando sobre sopa y amor; su transformación luego de leer la autobiografía de Malcom X; las muchas veces que estuvo en prisión; la energía de sus presentaciones y el afrobeat, tan popular como puntilloso contra el Gobierno; y la violencia que se apoderó de su carácter luego de los múltiples ataques del Gobierno a su comunidad. Se cuenta que en uno de ellos incendiaron su casa, golpearon a sus mujeres y provocaron la muerte de su madre, primera mujer panafricanista y continuadora del legado de Patrice Lumumba. Luego, la funesta locura y la necesaria muerte.
El nanuquense, miembro de la Federación Panafricana de Cineastas (FEPACI), está preocupado por resolver una profunda falta en el conocimiento de la historia de África, de su arte contemporáneo y de sus investigadores, por parte de Latinoamérica y del Caribe:
En mi juventud leí Lacan y todo eso. Luego salí del pregrado en Psicología y fui para el campo de la Educación, el campo de la antropología visual. Ahí fui contemporáneo de otros investigadores europeos. No eran pensadores fuera del eje de subordinación colonial. Hoy estoy mucho más preocupado en suplir esa ausencia. Ahora estoy en la fase de acompañar esos pensadores y pensadoras del continente africano.
Joel comparte con Fela Kuti lo que para este último fue una conclusión sobre el ejercicio de su vida artística: otros podían cantar sobre el amor, pero él no. Él no iba a hacer música para entretener; él debía cantar la lucha de las personas por existir. Para Fela:
Política y artísticamente toda la idea del entorno debía representarse en la música, en las artes. El arte es lo que sucede en un tiempo de desarrollo o subdesarrollo de las personas; así, en cuanto a África, la música no puede ser para entretenerse, debe ser para revolución.
Pero la revolución más grande y más poderosa comienza a menudo muy silenciosamente, ocultas en las sombras. Así, la más honda e íntima fue la revolución por la que pasó la mente del cineasta.
Joel Zito llegó al cine un poco tarde. Frecuentaba las salas de cine de Bralanda, una de las tres salas que tenían a disposición los más de 30.000 habitantes de Nanuque. Ahora es un local abandonado. Abandonado como se sintió al verse imposibilitado de realizar sus películas cuando comenzaba su carrera:
Mis primeros filmes los hice porque en el periodo en que cursaba el doctorado gané una beca de una fundación norteamericana. Fui y pasé seis meses investigando el tema negro en los Estados Unidos, eso fue en 1994. Allá hice relaciones, redes, porque el cine es un producto de redes (redes que te ayudan a financiar tus proyectos). Mis primeros filmes son hechos con dineros de la fundación Ford, McCartney, Kellogg. Es por eso que yo soy activista: es el primer factor que puede revertir esa situación.
Joel Zito Araújo evoca y convoca la frase del antropólogo brasileño-congolés Kabengele Munanga: el racismo en Brasil es un crimen perfecto. Un crimen perfecto es aquel que no deja rastros, que no levanta sospechas; aquel que barniza la culpabilidad de quien comete el crimen y lo absuelve:
Pero en el caso racial, tenemos el grado máximo de perfección de dicho crimen: el victimario consigue transferir para la víctima la responsabilidad por su acto. Pienso en el caso del arquero Aranha quien en un partido de fútbol recibió insultos racistas por los seguidores del equipo contrario, incluso, llegaron a tirar bananos al campo de juego. ¿Cuál fue la actitud de la sociedad frente al caso? La actitud fue pedirle al portero que considerara eso como natural, como fruto de una pasión exacerbada del hincha. El hincha cuando está apasionado no sabe lo que dice. ¿Dónde está el crimen perfecto ahí? Está en la presión que se hace contra la víctima del acto racista para descaracterizar aquello como racismo.
Tanto Aranha como Ângelo Conceição, gimnasta que sufrió comentarios racistas por miembros de su propio equipo, y el mismo Joel Zito, luego de «traicionar» la confianza de aquella familia, atravesaron una línea racial invisible y provocaron una alteración traumática en la armonía racial. Esto los llevó de víctimas a agresores. Es por eso que Joel se dedica a escribir y a hacer filmes…
…a hablar de nuestros sueños, de nuestras angustias, de nuestras fantasías, de nuestros deseos en tanto que población afrodescendiente. Me esfuerzo en demostrar que la vivencia del hecho de tener origen negro en Brasil significa que nosotros tenemos una especificidad en ver nuestras realidades. Ya llevo más de 30 años en esto y aún me pregunto, ¿hasta cuándo Brasil va a negar la valorización de uno de los mayores patrimonios que nosotros tenemos: la «multirracialidad»?
Las obras de Joel Zito Araújo son la manifestación de la apuesta en la que fundamenta su propia vida: la construcción de un país posracial en donde no tengamos que preocuparnos por el color de piel de las personas ni por el problema del racismo. Con sus filmes, Joel Zito Araújo hace que el negro sea contemporáneo del mundo. En la mente de Joel no confluyen especulaciones filosóficas sobre el folclorismo negro. Lo inunda el problema vital de la existencia del negro, del derrumbamiento de sus hábitos, de sus valores ancestrales frente al extraño que trata de borrarlo; lo invade la férrea voluntad de combatir el fetichismo audiovisual que rinde a los realizadores. Joel Zito Araújo recalca la autonomía e independencia de la representación, que son el camino hacia la libertad. Nuestra libertad.