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Cantata Santa María de Iquique:
versión original vs. versión de Cortázar

La Cantata Santa María de Iquique es un ícono de la nueva canción latinoamericana. Esta es la historia de las correcciones que Julio Cortázar le realizó a la Cantata y el disgusto del compositor, Luis Advis.

Era el año 1969. Luis Advis compuso la Cantata Santa María de Iquique. Su letra cuenta la historia de una masacre cometida en la escuela de Santa María de Iquique, en Chile, en 1907. En esa escuela el ejército asesinó a una multitud de personas que se encontraban en una huelga general. Luis Advis la compuso a partir del relato dedicado a esta masacre en el libro Reseña histórica de Tarapacá, de Carlos Alfaro Calderón y Miguel Bustos, publicado en 1935.

En 1970, Luis Advis y Eduardo Carrasco (director musical de Quilapayún) acordaron trabajar en la cantata, que se estrenó en dicho año en el Teatro La Reforma de Santiago de Chile, y posteriormente en el mismo año en el Segundo Festival de la Canción Chilena.

La Cantata Santa María de Iquique, «entre lo popular y lo culto»

Eduardo Carrasco expresa que la Cantata Santa María de Iquique se ubica «entre lo popular y lo culto». En esta pieza, aclara Carrasco, se unen ritmos folclóricos nacionales con una «música de mayor elaboración», y es así como se ubica entre lo que él llama lo popular y lo culto. Esta fue una pieza importante en el intercambio entre músicos populares y músicos doctos

Esta conserva las arias y coros cantados, los trozos instrumentales de la cantata clásica. La orquestación está escrita para instrumentos folklóricos, agregando a ellos un violoncello y un contrabajo, y conservando la alternancia entre coros y solistas. La obra, de gran factura expresiva, utiliza en forma original la armonía clásica romántica, creando efectos climáticos de gran impacto emocional. Introduce además eficaces contrapuntos, logrando un sentido de unidad compositiva rara vez lograda en obras de este tipo.

La estructura de la Cantata Santa María de Iquique

La Cantata tiene la siguiente estructura:

  1. Pregón 
  2. Preludio instrumental 
  3. Relato I 
  4. Canción I 
  5. Interludio instrumental I
  6. Relato II
  7. Canción II [o «Vamos mujer»]
  8. Interludio instrumental II 
  9. Relato III 
  10. Interludio cantado 
  11. Relato IV
  12. Canción III 
  13. Interludio instrumental III
  14. Relato V 
  15. Canción letanía 
  16. Canción IV 
  17. Canción pregón 
  18. Canción final

Dictadura de Pinochet, destrucción de las cintas originales y versión de Cortázar

En 1973 Augusto Pinochet se toma el poder en Chile, e inicia el régimen dictatorial que llevó a la muerte a Victor Jara (quien escribió su última canción antes de ser asesinado. Conoce la historia en «Último poema de Víctor Jara: “Estadio Chile”, “Canto qué mal me sales” o “Somos cinco mil”»). Bajo esta dictadura se destruyeron las cintas originales de la Cantata Santa María de Iquique.

El grupo Quilapayún se exilió en Europa, y en 1978 grabó una nueva versión de la Cantata. Para esta grabación el grupo le pidió a Julio Cortázar remodelar algunas partes del texto original. Esta nueva versión se grabó dos veces, y Quilapayún nunca más volvió a interpretar esta versión remodelada por Cortázar, que no fue del gusto de Luis Advis, el compositor de la Cantata. En el Archivo Chile se recuerdan las palabras de Luis Advis:

No me gusta que corrijan mis textos sin preguntarme, además que en ninguna parte yo uso la palabra pueblo como la usa Cortázar. Estaba tan molesto con ese señor que le iba a escribir una carta, pero no lo hice porque al mes siguiente murió.

Comparación entre los textos originales y los modificados por Cortázar

En Cancioneros encontramos la transcripción de la versión original de la Cantata Santa María de Iquique junto con los textos modificados por Julio Cortázar. Las que siguen son solo las partes de la Cantata que tuvieron dichas modificaciones. Se presenta el texto original y el texto con la modificación resaltada en negrita.

Pregón 

Señoras y Señores
venimos a contar
aquello que la historia
no quiere recordar.
Pasó en el Norte Grande,
fue Iquique la ciudad.
Mil novecientos siete
marcó fatalidad.
Allí al pampino pobre
mataron por matar.

Seremos los hablantes
diremos la verdad.
Verdad que es muerte amarga
de obreros del Salar.
Recuerden nuestra historia
de duelo sin perdón.
Por más que el tiempo pase
no hay nunca que olvidar.
Ahora les pedimos
que pongan atención.
Pregón
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

Señoras y Señores
venimos a contar
aquello que la historia
no quiere recordar.
Pasó en el Norte Grande,
fue Iquique la ciudad.
Mil novecientos siete
marcó fatalidad.
Allí al pampino pobre
mataron por matar.
Allí al pampino pobre
mataron por matar.

Seremos los hablantes
diremos la verdad.
Verdad que es muerte amarga
de obreros del Salar.
Recuerden nuestra historia
de duelo junto al mar.
Por más que el tiempo pase
no hay nunca que olvidar.
Ahora les pedimos
que pongan atención.
Ahora les pedimos
que escuchen nuestra voz.
Relato I

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio,
el suelo sin milagro y Oficinas vacías,
como el último desierto.

Y si observan la pampa y la imaginan
en tiempos de la Industria del Salitre
verán a la mujer y al fogón mustio,
al obrero sin cara, al niño triste.

También verán la choza mortecina,
la vela que alumbraba su carencia,
algunas calaminas por paredes
y por lecho, los sacos y la tierra.

También verán castigos humillantes,
un cepo en que fijaban al obrero
por días y por días contra el sol;
no importa si al final se iba muriendo.

La culpa del obrero, muchas veces,
era el dolor altivo que mostraba.
Rebelión impotente, ¡una insolencia!
La ley del patrón rico es ley sagrada.

También verán el pago que les daban.
Dinero no veían, sólo fichas;
una por cada día trabajado,
y aquélla era cambiada por comida.

¡Cuidado con comprar en otras partes!
De ninguna manera se podía
aunque las cosas fuesen más baratas.
Lo había prohibido la Oficina.

El poder comprador de aquella ficha
había ido bajando con el tiempo
pero el mismo jornal seguían pagando.
Ni por nada del mundo un aumento.

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio.
Y si observan la pampa cómo fuera
sentirán, destrozados, los lamentos.
Relato I
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio,
el páramo de un suelo despoblado
vacías, como el último desierto.

Y si observan la pampa y la imaginan
en tiempos de la Industria del Salitre
verán a la mujer y al fogón mustio,
al obrero sin cara, al niño triste.

También verán la choza mortecina,
la vela que alumbraba su miseria,
algunas calaminas por paredes
y por lecho, los sacos y la tierra.

También verán castigos humillantes,
un cepo en que amarraban al obrero
cara al sol, a la sed y a la vergüenza,
no importa si al final se iba muriendo.

La culpa del obrero, muchas veces,
era el dolor altivo que mostraba.
Rebelión impotente, ¡una insolencia!
pues la ley del patrón es ley sagrada.

También verán el pago que les daban.
Dinero no veían, sólo Fichas;
una por cada día trabajado,
para que las cambiaran por comida.

¡Cuidado con comprar en otras partes!
De ninguna manera se podía
aunque las cosas fuesen más baratas.
Lo había prohibido la Oficina.

El poder comprador de aquella Ficha
había ido bajando con el tiempo
pero el mismo jornal seguían pagando.
Ni por nada del mundo un aumento.

Si contemplan la pampa y sus rincones
verán las sequedades del silencio.
Pero detrás de tantas soledades
oirán un horizonte de lamentos.
Canción I

El sol en desierto grande
y la sal que nos quemaba.
El frío en las soledades,
camanchaca y noche larga.
El hambre de piedra seca
y quejidos que escuchaba.
La vida de muerte lenta
y la lágrima soltada.

Las casas desposeídas
y el obrero que esperaba
al sueño que era el olvido
sólo espina postergada.
El viento en la pampa inmensa
nunca más se terminara.
Dureza de sequedades
para siempre se quedara.

Salitre, lluvia bendita,
se volvía la malvada.
La pampa, pan de los días,
cementerio y tierra amarga.
Seguía pasando el tiempo
y seguía historia mala,
dureza de sequedades
para siempre se quedara.
Canción I
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

El sol en desierto grande
y la sal que nos quemaba.
El frío de las soledades,
camanchaca y noche larga.
El hambre de piedra seca
los quejidos de la pampa.
La vida de muerte lenta
y la lágrima quemada.

Las casas desposeídas
y el obrero que esperaba
al sueño que era el olvido,
al sueño de noche larga.
El viento en la pampa inmensa
nunca más se terminara.
Dureza de sequedades
para siempre se quedara.

Salitre, lluvia bendita,
se volvía la malvada.
La pampa, pan de los días
cementerio y tierra amarga.
Seguía pasando el tiempo
y seguía historia mala,
dureza de sequedades
para siempre se quedara.
Relato II

Se había acumulado mucho daño,
mucha pobreza, muchas injusticias;
ya no podían más y las palabras
tuvieron que pedir lo que debían.

A fines de mil novecientos siete
se gestaba la huelga en San Lorenzo
y al mismo tiempo todos escuchaban
un grito que volaba en el desierto.

De una a otra Oficina, como ráfagas,
se oían las protestas del obrero.
De una a otra Oficina, los Señores,
el rostro indiferente o el desprecio.

Qué les puede importar la rebeldía
de los desposeídos, de los parias.
Ya pronto volverán arrepentidos,
el hambre los traerá, cabeza gacha.

¿Qué hacer entonces, qué, si nadie escucha?
Hermano con hermano preguntaban.
Es justo lo pedido y es tan poco
¿tendremos que perder las esperanzas?

Así, con el amor y el sufrimiento
se fueron aunando voluntades,
en un solo lugar comprenderían,
había que bajar al puerto grande.
Relato II
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

Se había acumulado mucho daño,
mucha pobreza, muchas injusticias;
ya no podían más y las palabras
tuvieron que pedir lo que debían.

Mil novecientos siete terminaba
cuando se habla de huelga en San Lorenzo
cuando de pronto todos escuchaban
un grito que volaba en el desierto.

De una a otra Oficina, como ráfagas,
se oían las protestas del obrero.
De una a otra Oficina, los Señores,
el rostro indiferente o el desprecio.

Qué les puede importar la rebeldía
de los desposeídos, de los parias.
Ya pronto volverán arrepentidos;
el hambre los traerá, cabeza gacha.

¿Qué hacer entonces, qué, si nadie escucha?
hermano con hermano preguntaban.
Es justo lo pedido y es tan poco
¿tendremos que perder las esperanzas?

Así, con el amor y el sufrimiento
se fueron aunando voluntades,
en un solo lugar comprenderían;
había que bajar al puerto grande.

Relato IV

El sitio al que los llevaban
era una escuela vacía
y la escuela se llamaba
Santa María.

Dejaron a los obreros,
los dejaron con sonrisas.
Que esperaran les dijeron
sólo unos días.

Los hombres se confiaron,
no les faltaba paciencia
ya que habían esperado
la vida entera.

Siete días esperaron,
pero qué infierno se vuelven
cuando el pan se está jugando
con la muerte.

Obrero siempre es peligro.
Precaverse es necesario.
Así el Estado de Sitio
fue declarado.

El aire trajo un anuncio,
se oía tambor ausente.
Era el día veintiuno
de diciembre.
Relato IV
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

El sitio al que los llevaban
era una escuela vacía
y la escuela se llamaba
Santa María.

Dejaron a los obreros
los dejaron con sonrisas.
Que esperaran les dijeron
sólo unos días.

Los hombres se confiaron,
no les faltaba paciencia
ya que habían esperado
la vida entera.

Siete días esperaron,
pero que el infierno se vuelven
cuando el pan se está jugando
con la muerte.

Obrero siempre es peligro.
Precaverse es necesario.
Así el estado de Sitio
fue declarado.

El aire trajo un anuncio,
como tambores de muerte.
Era el día veintiuno
de diciembre.
Relato V

Nadie diga palabra
que llegará
un noble militar,
un General.
Él sabrá cómo hablarles,
con el cuidado
que trata el caballero
a sus lacayos.
El General ya llega
con mucho boato
y muy bien precavido
con sus soldados.
Las ametralladoras
están dispuestas
y estratégicamente
rodean la escuela.

Desde un balcón les habla
con dignidad.
Esto es lo que les dice
el General
«Que no sirve de nada
tanta comedia.
Que dejen de inventar
tanta miseria.
Que no entienden deberes
son ignorantes.
Que perturban el orden,
que son maleantes.
Que están contra el país,
que son traidores.
Que roban a la patria,
que son ladrones.
Que han violado a mujeres,
que son indignos.
Que han matado a soldados,
son asesinos.
Que es mejor que se vayan
sin protestar
Que aunque pidan y pidan
nada obtendrán.
Vayan saliendo entonces
de ese lugar,
que si no acatan órdenes
lo sentirán».

Desde la escuela, «El Rucio»,
obrero ardiente,
responde sin vacilar
con voz valiente,
«Usted, señor General
no nos entiende.
Seguiremos esperando,
así nos cueste.
Ya no somos animales,
ya no rebaños,
levantaremos la mano,
el puño en alto.
Vamos a dar nuevas fuerzas
con nuestro ejemplo
Y el futuro lo sabrá,
se lo prometo.
Y si quiere amenazar
aquí estoy yo.
Dispárele a este obrero
al corazón».

El General que lo escucha
no ha vacilado,
con rabia y gesto altanero
le ha disparado,
y el primer disparo es orden
para matanza
y así comienza el infierno
con las descargas.
Relato V
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

Nadie diga palabra
que llegará
un militar ilustre,
un General.
Él sabrá cómo hablarles,
con el cuidado
que trata el caballero
a sus lacayos.
El General ya llega
con mucho boato
y muy bien precavido
con sus soldados.
Las ametralladoras
están dispuestas
como fauces de lobos
rodean la escuela.

Desde un balcón les habla
con dignidad.
Esto es lo que les dice
el General
“Que no sirve de nada
tanta comedia.
Que dejen de inventar
tanta miseria.
Que no entienden deberes,
son ignorantes,
que perturban el orden,
que son maleantes.
Que están contra el país,
que son traidores.
Que roban a la patria,
que son ladrones.
Que han violado mujeres,
que son indignos,
que han matado soldados,
son asesinos.
Que es mejor que se vayan
sin protestar.
Que aunque pidan y pidan
nada obtendrán.
Vayan saliendo entonces
de ese lugar,
que si no acatan órdenes
lo sentirán”.

Desde la escuela,
“El Rucio”
valiente obrero,
responde a la amenaza
mostrando el pecho.
“Usted, señor General
no nos entiende.
Seguiremos esperando,
así nos cueste.
Ya no somos animales,
ya no rebaños,
levantaremos la mano,
el puño en alto.
Daremos nuevas fuerzas
con nuestro ejemplo
y algún día el futuro
será del pueblo.
Y si quiere amenazar
aquí estoy yo.
Dispárele a este obrero
al corazón”.

El General que lo escucha
no ha vacilado.
Con un gesto altanero
le ha disparado,
y su disparo es orden
para matanza
y así empieza el infierno
con las descargas.

Canción letanía

Murieron tres mil seiscientos
uno tras otro.
Tres mil seiscientos
mataron uno tras otro.

La escuela Santa María
vio sangre obrera.
La sangre que conocía
sólo miseria.

Serían tres mil seiscientos
ensordecidos.
Y fueron tres mil seiscientos
enmudecidos.

La escuela Santa María
fue el exterminio
de vida que se moría,
sólo alarido.

Tres mil seiscientas miradas
que se apagaron.
Tres mil seiscientos obreros
asesinados.

Un niño juega en la escuela
Santa María.
Si juega a buscar tesoros
¿qué encontraría?
Canción letanía
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

Murieron tres mil seiscientos
uno tras otro.
Tres mil seiscientos mataron
uno tras otro.

La Escuela Santa María
vio sangre obrera.
La sangre que conocía
sólo miseria.

Tres mil seiscientos
cayeron bajo las balas.
Tres mil seiscientos
vertieron su sangre amarga.

La Escuela Santa María
fue el exterminio
de vida sólo agonía,
sólo alarido.

Tres mil seiscientas miradas
que se apagaron.
Tres mil seiscientos obreros
asesinados.

Un niño juega en la Escuela
Santa María.
Si juega a buscar tesoros
¿qué encontraría?

Canción final

Ustedes que ya escucharon
la historia que se contó
no sigan allí sentados
pensando que ya pasó.
No basta sólo el recuerdo,
el canto no bastará.
No basta sólo el lamento,
miremos la realidad.

Quizás mañana o pasado
o bien, en un tiempo más,
la historia que han escuchado
de nuevo sucederá.
Es Chile un país tan largo,
mil cosas pueden pasar
si es que no nos preparamos
resueltos para luchar.
Tenemos razones puras,
tenemos por qué pelear.
Tenemos las manos duras,
tenemos con qué ganar.

Unámonos como hermanos
que nadie nos vencerá.
Si quieren esclavizarnos,
jamás lo podrán lograr.
La tierra será de todos
también será nuestro el mar.
Justicia habrá para todos
y habrá también libertad.
Luchemos por los derechos
que todos deben tener.
Luchemos por lo que es nuestro,
de nadie más ha de ser.
Canción final
(Texto corregido por Cortázar para las versiones de 1978 y 1981)

Ustedes que ya escucharon
la historia que se contó
no sigan allí sentados
pensando que ya pasó.
No basta solo el recuerdo,
ya no basta con llorar.
No es tiempo de lamentarse,
cuando es tiempo de luchar.

Quizás mañana o pasado
o bien, en un tiempo más,
la historia que han escuchado
de nuevo sucederá.
Es Chile un país tan largo,
mil cosas pueden pasar
si es que no nos preparamos
resueltos para luchar.
Tenemos razones puras,
tenemos por qué pelear.
Tenemos las manos duras,
tenemos con qué ganar.

Unámonos como hermanos
que nadie nos vencerá.
Si quieren esclavizarnos
jamás lo podrán lograr.
La tierra será de todos
también será nuestro el mar.
Justicia habrá para todos
y habrá también libertad.
Luchemos por los derechos
que todos deben tener.
Luchemos por lo que es nuestro,
de nadie mas ha de ser.

Quizá, de haberse dado la posibilidad de que Luis Advis le enviara aquella molesta carta a Julio Cortázar, hoy tendríamos una exquisita respuesta epistolar explicando las razones de cada uno de los cambios.


Queremos contarte historias por un tiempo más. Puedes dejar tu huella, pisar fuerte o hacer historia en este proyecto editorial. ¡Te agradecemos!


Magalico

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