Festín
Luisa María Cerón
«La vida es una constante y estrepitosa fuente de euforia y agonía bajo una pálida cascada efímera, llena de vigor y decadencia». Eso le dije a Jackson cuando al entrar en su habitación vi marcadas con vinagre ciertas fechas en el calendario. Detestaba ese hedor, se impregnaba entre mis fosas nasales y no salía de ahí.
—Deberías deshacerte de algunas cosas, Jackson —le dije con calma, mirando su habitación de esquina a esquina.
—No habrá problema en hacerlo mañana, ¿no? —respondió con aire despreocupado mientras estiraba los músculos.
—Siempre dejas todo para mañana —reproché, y reí cansado.
—Supongo que hoy sacaré también a Orión —cambió repentinamente de tema, guiñando el ojo, agradeciéndome con anticipación.
Atraje al animal con carne seca, le puse el arnés y salí a caminar. En el camino tuvo la gran idea de ir tras una musaraña, y me la entregó como un trofeo, depositántola a mis pies. Yo no estaba orgulloso ni mucho menos, pero es agradable que siquiera te traigan algo, ¿no?
Regresé a paso lento sin darle mucha importancia a las cosas, Orión parecía contento, así que fui a una tienda cercana por víveres. En el lugar reparé en un colegial de unos 19 años, con camisa a rayas y pantalón holgado. Escuchaba música, perdido en su mundo; parecía el viejo amigo de Jackson, pero no era tiempo para charlas, mi mente estaba exhausta.
Regresé a casa, sin pensar en otra cosa que no fuese descansar. Fue una total falla. Pasé la noche en una maratón de series forenses antes de conciliar el sueño. Oí al perro comiendo algo fervorosamente. Jackson jamás le servía comida, así que estaba confundido. No me había levantado y no quería hacerlo aún; decidí pasarlo por alto y esperar a que fuese una ilusión. Pésimo error.
Al amanecer estiré las piernas y fui a la terraza; era un bello día, algunos tordos se acoplaban en los árboles vecinos. Me sentí bien por primera vez en mucho tiempo. Bajé con el propósito de hacer algo que disfrutara Jackson, un buen desayuno. Al terminar, me acerqué para llamarlo a su habitación, y al abrir la puerta entendí qué comía Orión la noche pasada con tanto ahínco. Las cuencas de sus ojos estaban vacías y maltrechas, su boca llena de espuma blanca y saliva que se estancaba en un pequeño charco en el suelo. Me arrodillé, noté que el ordenador aún titilaba débilmente; en él había una conversación con su «viejo amigo», en la que Jackson decía: «Tal y como dijo Joules, mañana verás cómo me deshago de todo lo inservible».
Luisa María Cerón: nació el 18 de agosto de 2005. Estudia en el Colegio Bilingüe Diana Oese. «Me fascina la literatura, entre sus géneros, el thriller, la poesía y el misterio son mis favoritos. Adoro los animales. Me agrada tocar el piano y el arte en muchas de sus formas. Me gustaría ser neurocirujana oncóloga y escribir e incursionar en distintas carreras».