Escritura y poder:
superar las resistencias contra la escritura
Hay resistencias en contra de la movilización y práctica de la escritura que la restringen a ciertas clases y esferas sociales. Esto, desde luego, genera distancias en el ejercicio del poder expresivo, comunicativo y de los derechos de la ciudadanía.
Jorge Medina
La escritura ocurre en escenarios sociales concretos. Es decir, el acto de escribir se relaciona con factores sociales que determinan su comunicabilidad y aceptabilidad. Es por esto que no basta con saber escribir si no todas las voces escritas tienen la misma posibilidad de ser atendidas. Sin embargo, es necesario primero dominar la escritura para ocupar los espacios en los que sea una práctica relevante. El problema: hay resistencias en contra de la movilización y práctica de la escritura que la restringen a ciertas clases y esferas sociales. Esto, desde luego, genera distancias en el ejercicio del poder expresivo, comunicativo y de los derechos de la ciudadanía.
Competencia gramatical y competencia legítima para decir
Explica Pierre Bourdieu en ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos:
Una competencia suficiente para producir frases susceptibles de ser comprendidas puede ser completamente insuficiente para producir frases susceptibles de ser escuchadas, frases propias para ser reconocidas como de recibo en todas las situaciones donde se hable. Una vez más, la aceptabilidad social no se reduce en este caso únicamente a la gramaticalidad. De hecho, los locutores desprovistos de la competencia legítima quedan excluidos de los universos sociales en que ésta se exige o condenados al silencio (p. 29).
Aunque Bourdieu se refiere al habla, es posible trasladar la reflexión a la escritura. Así, tenemos que la capacidad de escribir no es la única condición para ser leído. Entendamos aquí el acto de leer como el acto de atender la voz (escrita) del otro. En este sentido, conviene considerar que las personas están inmersas en relaciones de poder que determinan «la aceptabilidad social» de lo que escriben, aunque lo escriban bien; es decir, su competencia legítima para decir.
En 2009 se publicó una investigación titulada Representaciones sociales de la escritura y la lectura en la educación básica y media. En esta se indagaron las representaciones sociales sobre lectura y escritura de 786 estudiantes de instituciones públicas y privadas de Ibagué, Tolima, Colombia. En cuanto a la práctica de la escritura, se encontró lo siguiente:
Los estudiantes afirman que no les llama la atención escribir porque se sienten obligados a hacerlo; no le ven sentido a las prácticas de escritura porque no surge la necesidad genuina de hacerlo; además de ello, porque carecen de un auditorio real, concreto; es por esto que no se interesan por adecuar los textos a lo que suponen necesitan sus lectores. De hecho, no tienen lectores, porque no se contemplan, ni existen las posibilidades para publicar.
Una enseñanza de la escritura desconectada de la práctica social de la escritura poco favorece al reconocimiento de su impacto en la sociedad. En ese sentido, la reflexión sobre la escritura no parece ir más allá del mero dominio gramatical; no permite vivir la experiencia de ocupar escenarios sociales en los que tiene una relevancia real. Si esta se enseña en el marco restringido del aula, tampoco hay posibilidades de problematizar la competencia legítima para decir. En síntesis, no hay una reflexión social sobre la práctica de escritura ni una verdadera formación para escribir en sociedad. No puede desconocerse, por supuesto, que el desarrollo de la competencia gramatical es fundamental.
Resistencias contra la escritura
En la sociedad hay resistencias contra la escritura; esto es, contra su movilización y práctica entre clases y esferas sociales. Estas resistencias se expresan, por ejemplo, en la idea de que escribir es una práctica exclusiva de literatos y de clases altas. Desde esa perspectiva, se considera que las personas que no pertenecen, por ejemplo, a la esfera del arte o a la académica, o a los sectores de la sociedad privilegiados socioeconómicamente, no pueden (o no deben) dominar la escritura. Esto paraliza la enseñanza y el aprendizaje de la escritura en las clases más desfavorecidas socioeconómicamente.
«La ortografía es clasista»
Una de las representaciones que ofrece resistencia es la de que «la ortografía es clasista». La ortografía no puede ser clasista; sin embargo, sí puede ser clasista el juicio de una persona con base en la ortografía. Esta diferenciación es importante. Si creemos que la ortografía es clasista, concluiríamos que enseñarla es reproducir el clasismo, pues ella contiene por definición una exclusión sustentada en clase. Esta visión ofrece una resistencia contra la enseñanza de la escritura. Esto es grave, pues restringe el saber ortográfico a unas clases en detrimento de otras.
La ortografía es pieza fundamental de la comunicación escrita. Si la dejamos al dominio exclusivo de las clases altas y de ciertas esferas, entonces estamos excluyendo a un número importante de personas de las posibilidades de la comunicación asertiva mediante la palabra escrita. Por supuesto, esto no justifica las expresiones de discriminación sustentadas en criterios ortográficos, bastante comunes en la actualidad, pues hoy se escribe más que en cualquier otra época de la humanidad. Buena parte de esta escritura se expresa en las redes sociales y en los canales de mensajería instantánea, como Messenger, WhatsApp, Telegram, etc.
La ortografía no siempre es prioridad
Hay que entender, por supuesto, que, si bien la ortografía es fundamental para una comunicación escrita eficaz, no todos los contextos demandan su estricta necesidad. Es un error, por ejemplo, anteponer la ortografía a la expresión escrita de ciertas comunidades cuando el objetivo principal es la expresión de las vivencias, el lugar de las voces excluidas, y no el «escribir bien». Poner la ortografía por delante de toda expresión desconociendo las especificidades expresivas de cada contexto no aporta en nada a mejorar la relación entre las personas y la escritura. Hay representaciones sociales que impiden, digámoslo así, una relación sana con el acto de escribir.
Esas resistencias tienen consecuencias prácticas importantes. Hay escenarios en los que la escritura manifiesta un gran poder, y solo quien la domine puede hacer efectivo ese poder. Es por esto que las resistencias en contra de la movilización de la escritura entre clases y esferas sociales mantienen las distancias de acceso a ciertos poderes de comunicación e, incluso, al ejercicio de derechos ciudadanos.
La escritura no es poca cosa. Debería enseñarse y practicarse con efectividad en las escuelas y colegios públicos, no con un enfoque solamente literario (gravísimo error), sino también con un enfoque comunicativo, como práctica social. Es por esto que conviene pensar en «escrituras» (en plural), pues son diversas las formas en las que se manifiesta socialmente. La escritura literaria es tan solo una de esas escrituras.
Urge ver la escritura como práctica social, no como una competencia gramatical desconectada de los escenarios en los que las relaciones de poder determinan la legitimidad del escribiente. De esta manera, es posible identificar las resistencias en tales escenarios; incluso, nuestra propia resistencia a considerar la escritura como una herramienta que debería estar en el dominio de la ciudadanía (de toda). Esto a pesar del ego de los escritores (literarios o académicos): ese ego pretende monopolizar no solo la competencia gramatical, sino también la legitimidad del decir escribiendo. Ese ego es una de las formas de esas resistencias en contra de la movilización y práctica de la escritura.
En Colombia, en el Conpes 3785 de 2013 se identificó que:
La información suministrada a los ciudadanos no siempre está en lenguaje claro y comprensible, lo que dificulta que estos tengan plena certidumbre sobre las condiciones de tiempo, modo y lugar en las que podrán solucionar sus inquietudes y realizar sus trámites (p. 16).
Por lo tanto, se estableció como política:
Ofrecer a los ciudadanos información en lenguaje claro y comprensible de manera que tengan certidumbre sobre las condiciones de tiempo, modo y lugar en las que podrán solucionar sus inquietudes y gestionar sus trámites (p. 19).
Desde luego, esa información suministrada a los ciudadanos también se expresa mediante la escritura. Esta situación sirve de ejemplo para entenderla como práctica social. En este caso, se parte de la premisa de que la ciudadanía puede ejercer plenamente sus derechos siempre y cuando tenga acceso a información comprensible sobre los procesos para ejercerlos. En otras palabras, una inapropiada escritura por parte de la Administración podría obstaculizar el ejercicio de la ciudadanía.
Así de importante es la escritura en la sociedad. Por supuesto, algunos de estos derechos (incluso deberes) se ejercen mediante la escritura por parte de la ciudadanía, y este tampoco es un asunto menor: si las resistencias en contra de la movilización y práctica de la escritura entre clases y esferas sociales favorece a algunos en detrimento de otros, entonces solo una parte de la ciudadanía puede ejercer plenamente sus derechos cuando necesite escribir. La otra parte no tendrá la competencia necesaria para hacerlo o le demandará mayores esfuerzos.
Superar las resistencias contra la movilización y práctica de la escritura
Como bien lo expresó Bourdieu, no basta con saber formular enunciados para ser atendido. Sin embargo, no podemos esperar que las voces escritas por la ciudadanía que habita esferas y clases desfavorecidas sean atendidas si no se enseña a escribir para habitar lo social, para ejercer poderes, derechos y deberes.
La transformación que nos lleve a una sociedad en la que las voces excluidas tengan un lugar necesita, entre una gran variedad de cambios, que se superen las resistencias contra la movilización y práctica de la escritura, pues, en últimas, es superar una distancia del poder expresivo, comunicativo y del ejercicio de la ciudadanía mediante la palabra escrita. La escritura no es la única forma de reafirmar la existencia, pero es una muy importante en la vida social. Como expresó Emilia Ferreiro: «La escritura es importante en la escuela porque es importante fuera de ella y no al revés».
Documentos citados
Bourdieu, P. (1985). ¿Qué significa hablar? Economía de los intercambios lingüísticos. Ediciones Akal.
Documento Conpes 3785. 9 de diciembre de 2013 (Colombia). https://serviciocivil.gov.co/sites/default/files/marco-legal/2013_12_09_CONPES_3785.pdf
Ortiz Casallas, E. M. (2009). Representaciones sociales de la escritura y la lectura en la educación básica y media. Núcleo 21 (26), 127-150. http://ve.scielo.org/scielo.php?pid=S0798-97842009000100005&script=sci_arttext
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