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La RAE es una academia de la lengua,
no un gobierno de la lengua

La RAE es una academia de la lengua, no un gobierno de la lengua. Cuestionémosla por lo que es, no por lo que creemos que es. Ella no está para gobernar el idioma.

En «La “buena” ortografía: otra forma de clasismo», la autora Corina Rueda cuenta que el editor del medio en el que publica este texto siempre corrige la forma «tal vez» para poner «talvez». Afectada por ese des-ajuste, interroga a su editor. Él le explica que «talvez» es correcto, de uso común en Latinoamérica. Para demostrarlo, le envía un pantallazo de una entrada del Diccionario panhispánico de dudas (DPD) de la RAE:

Tal vez. ‘Quizá, acaso’: «Tal vez lo soñé, tal vez vi sólo lo que quería ver» (Delgado Miranda [Esp. 1995]). En América se emplea ocasionalmente la grafía simple talvez, aún no asentada en la norma culta.

Corina enfatiza en algo importante: «Lean conmigo las dos últimas palabras: norma culta. Culta. Esa palabrita que es doblemente elitista». Luego define a la RAE como «una Real Academia integrada por un montón de hombres blancos, europeos, estirados y misóginos que discuten sobre la pureza de la Lengua».

Las inquietudes sobre el elitismo, lo culto, lo vulgar o común son importantes para reflexionar sobre el valor social de la cultura y sus formas de expresión. Sin embargo, no creo que la reflexión deba encaminarse hacia juicios superficiales como esos: hombres blancos, europeos y estirados. Esos juicios se hacen en doble vía: hombres negros, africanos y pobres; hombres latinos y pobres; hombres latinos o negros y resentidos, etc. No conducen a nada favorable, y no hay razón para emitirlos en ninguna vía.

En todo esto hay una paradoja. Corina descubre que «talvez» es una forma «no asentada en la norma culta», pero usada en América ocasionalmente. Ella le da valor a este descubrimiento gracias a la información que le suministra esa institución a la que tan fuerte juzga. La fuente de autoridad se mantiene.

La RAE es una institución académica. No gobierna; emite información. Tiene criterios lingüísticos. Eso hace, aunque no nos guste a veces lo que manifieste como academia. Ni debemos pensar que su palabra es santa ni que sus criterios son caprichosos. Curiosamente, en redes sociales pareciera que quienes más la critican son quienes más importancia le dan, a pesar del aparente menosprecio que le profesan. De nuevo, la paradoja: no te quiero, pero quiero que me quieras; yo importo, aunque no lo digas, pero quiero que me nombres. La fuente de autoridad se mantiene.

Corrección de textos

Por mi parte, estoy de acuerdo con el carácter cuestionable del adjetivo «culto». Según el mismo Diccionario de la lengua española, culto significa «Dotado de las cualidades que provienen de la cultura o instrucción». Esta acepción está ligada a las prácticas y saberes que se consideran relevantes en contraposición con otras prácticas y saberes de menor importancia. Por supuesto, la jerarquía en este punto es cultural y, bien sabemos, relacionada con imaginarios de clase social y dinámicas de exclusión.

Para la RAE, ¿qué es la norma culta? Conviene saberlo. Su definición se encuentra en el DPD en la sección dedicada a aclarar el propósito y las nociones que constituyen este diccionario. No perdamos de vista que es un documento, léase bien, académico, no un manual de gobierno de la lengua.

La norma culta según la RAE

Para definir la «norma culta», la RAE parte de una realidad importante: «El español no es idéntico en todos los lugares en que se habla». Esto significa que crear un documento en el que se expresen las formas correctas de hablar el español implica elegir entre todas las variantes. ¿Y cómo se decide algo así?

Por su carácter de lengua supranacional, hablada en más de veinte países, el español constituye, en realidad, un conjunto de normas diversas, que comparten, no obstante, una amplia base común: la que se manifiesta en la expresión culta de nivel formal, extraordinariamente homogénea en todo el ámbito hispánico, con variaciones mínimas entre las diferentes zonas, casi siempre de tipo fónico y léxico.

Vale, vale, es decir que, a pesar de la variedad, hay una homogeneidad bastante significativa. Esa homogeneidad sienta las bases para construir un documento que recoja, en principio, las formas comunes.

Es por ello la expresión culta formal la que constituye el «español estándar»: la lengua que todos empleamos, o aspiramos a emplear, cuando sentimos la necesidad de expresarnos con corrección; la lengua que se enseña en las escuelas; la que, con mayor o menor acierto, utilizamos al hablar en público o emplean los medios de comunicación; la lengua de los ensayos y de los libros científicos y técnicos.

Entiendo que de otra manera sería imposible. ¿Cómo generar un documento del uso correcto del español sin centrarse en las formas homogéneas?, ¿cómo enseñar el español si creemos que todas las variantes deben enseñarse por igual? Aquí el criterio debe ser, en principio, práctico, que no es lo mismo que desconocer las formas regionales. De hecho, diversos países hispanohablantes tienen sus Academias de la Lengua, justamente, para enseñar, reconocer y mantener las variantes regionales. En cuanto a la RAE, esta refiere la importancia de enseñar la versión del «español estándar»:

Es, en definitiva, la que configura la norma, el código compartido que hace posible que hispanohablantes de muy distintas procedencias se entiendan sin dificultad y se reconozcan miembros de una misma comunidad lingüística.

Cuando el DPD proporciona una definición como la de «tal vez», lo que pretende es «orientar al lector para que pueda discernir, entre usos divergentes, cuáles pertenecen al español estándar (la lengua general culta) y cuáles están marcados geográfica o socioculturalmente», y esto «a pesar de la imposibilidad de dar cuenta sistemática de todas las variedades que de uno y otro tipo puedan efectivamente darse en las distintas regiones de habla hispana».

Aun así, a mí también me molesta el adjetivo «culto».

Lengua o habla culta vs. lengua o habla popular o vulgar

Es un hecho: la lengua se usa según la variedad sociocultural. Yo prefiero hablar de «variedad sociocultural» en vez de la noción de «nivel sociocultural» empleada por la RAE. En la sección «Tratamiento de las variedades lingüísticas» del DPD, aclara que su manera de categorizar esta variedad es a partir del «modo de expresión», «la situación comunicativa» y el «nivel sociocultural de los hablantes». De esta manera, plantea y emplea las siguientes categorías:

  • Lengua escrita frente a lengua oral.
  • Lengua literaria frente a lengua o habla corriente.
  • Lengua o habla formal o esmerada frente a lengua o habla informal, coloquial o familiar.
  • Lengua o habla culta frente a lengua o habla popular o vulgar.
  • Lengua o habla rural.

Solo me detendré en una: lengua o habla culta frente a lengua o habla popular o vulgar. La RAE define la primera como «la propia de los hablantes cultos», y la segunda como «la propia de las personas de bajo nivel cultural». Está claro que se trata de jerarquías culturales relacionadas con los saberes que se consideran propios de personas de «alto nivel cultural» frente a las de «bajo nivel cultural». ¿Qué es lo cultural en este sentido?

Todas las personas poseen cultura. La cultura nos habita a la vez que la habitamos. Somos sus generadores y reproductores. No existe persona sobre el planeta Tierra que no tenga cultura. No existe algo así como personas «incultas» o de poca cultura, pues la ausencia de cultura es una fantasía. Entonces, ¿cómo entender los niveles culturales? Para esto hay que mirar la noción de cultura como un conjunto de conocimientos. De nuevo, no hay cultura sin conocimiento. Esta es un sistema de relaciones simbólicas y prácticas, y en este sistema el conocimiento transita de múltiples formas. Nadie carece de cultura y nadie carece de conocimiento cultural.

La visión del ser culto o inculto depende de una jerarquía de valores culturales. Esta jerarquía, por supuesto, es cuestionable: tendríamos que afirmar que es tan inculto quien no conoce de mitología griega como quien no conoce de mitología nasa. Es tan inculto quien no lee las obras de la llamada literatura universal como quien no puede descifrar la escritura en los tejidos de las mochilas wayuus.

La visión del ser culto o inculto depende de una jerarquía de valores culturales. Esta jerarquía, por supuesto, es cuestionable.

Sí, es cierto, se habla de una cultura general como de un saber básico y común, pero de nuevo es necesaria la pregunta: ¿por qué ciertos saberes son parte o no de una llamada cultura general? La explicación es histórica, y en esa explicación la marginalización cultural también es histórica. El ser humano tiene su origen en África, y no sabemos tanto de este continente primigenio como del europeo. No es que no se deba saber tanto de Europa, sino que eso que llamamos cultura general tiene también su jerarquización de valores. Ahora, saber o no saber nos lleva a indagar en las fuentes del saber: la Escuela, esa gran fuente, reproduce cierta leyenda de la cultura general.

Decir que alguien tiene «bajo nivel cultural» es como decir que su cultura, la que habita, carece de importancia. En el terreno de la lengua, esta diferenciación se basa en la idea de la pureza del idioma, y de entrada esta idea de la pureza nos lleva a considerar que las variaciones son contaminantes o degeneradas, no enriquecedoras o formas pluralizadas de la lengua. Esto es bastante discutible en nuestra actualidad.

Decir que alguien tiene «bajo nivel cultural» es como decir que su cultura, la que habita, carece de importancia.

Yo no diría nunca más «lengua culta» y «lengua vulgar o popular»; yo diría, por ejemplo, «lengua estándar» y «lengua regional o local». Esto reduciría bastante esa inquietante jerarquización cultural del habla. Quizá la RAE deba considerar una nueva categorización.

Es cierto que la RAE advierte que «ninguna de las variantes señaladas es en sí misma censurable, pues cada una de ellas sirve al propósito comunicativo dentro de sus límites, sean estos impuestos por la localización geográfica, la situación concreta en la que se produce la comunicación o el grupo social al que pertenecen los interlocutores». Sin embargo, la advertencia, aunque de buena fe y claramente importante, no resta el impacto de sentido de una categorización que distinga el «habla culta» del «habla popular o vulgar».

La RAE es una academia de la lengua, no un gobierno de la lengua

Volvamos al inicio. Corina se enteró de que en América se usa la expresión «talvez», cuando la versión estándar es en dos palabras: «tal vez». Se enteró gracias al conocimiento de su editor, quien prefiere usar la versión americana. La autora pudo constatar la existencia de esa variante gracias al trabajo académico e informativo de la RAE.

La RAE es principalmente eso, una academia encargada de estudiar, recopilar, divulgar información sobre el uso de la lengua pensando en la comunicación mediante una escritura común: la versión estándar del español. Parte de la información que emite como academia es de carácter normativo, y la norma, dice:

No es sino el conjunto de preferencias lingüísticas vigentes en una comunidad de hablantes, adoptadas por consenso implícito entre sus miembros y convertidas en modelos de buen uso. Si no existiera ese conjunto de preferencias comunes, y cada hablante emplease sistemáticamente opciones particulares, la comunicación se haría difícil y, en último extremo, imposible.

Y agrega:

La norma surge, pues, del uso comúnmente aceptado y se impone a él, no por decisión o capricho de ninguna autoridad lingüística, sino porque asegura la existencia de un código compartido que preserva la eficacia de la lengua como un instrumento de comunicación.

La RAE no gobierna, ni pretendamos que lo haga. No esperemos que desde su supuesto gobierno de la lengua nos autorice el uso del idioma, de las formas. La RAE nos brinda documentación académica valiosa para el estudio de la lengua y para tomar decisiones en favor de la comunicación.

A veces parece que necesitamos que la RAE nos autorice para poder escribir, y si no nos autoriza reñimos con ella como quien riñe con el padre o la madre que no nos deja salir de casa. Es la paradoja: cuestionar la autoridad y esperar que nos autorice.


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Jorge Medina

Licenciado en Literatura egresado de la Universidad del Valle. Finalista del IX Concurso de Poesía Inédita de Cali en el XIV Festival Internacional de Poesía de Cali de 2014 y ponente de la Feria Internacional del Libro de Cali de 2018, en la mesa «Hablemos del cuento: jóvenes narradores». Escribe poemas, ensayos, artículos de opinión y minicuentos.