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Lo fantástico y el silencio narrativo
en «Sredni Vashtar», de Saki

«Sredni Vashtar» es un cuento en el que el silencio o la omisión narrativa juega un papel crucial para la emergencia de lo fantástico: la incertidumbre que media entre lo natural y lo sobrenatural.

Ensayo sobre Sredni Vashtar
Tomado de Devianart. Autor: Rusty-Renewal.

Saki, seudónimo de Hector Hugh Munro, es un autor al que sigo descubriendo con gran placer. He podido disfrutar de sus cuentos cortos, cada uno de ellos un testimonio mordaz e hilarante de la sociedad de su época. Sin embargo, debo admitir que no conocía –y aún no conozco– toda su obra, haciendo especial hincapié en sus cuentos de corte fantástico.

Uno que en particular me enganchó fue «Sredni Vashtar», relato al que llegué a través de la Antología de la literatura fantástica (2011), editada por Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo. El cuento contiene elementos que parecen remitir a la difícil infancia del autor, pero lo que particularmente cautiva es el medio por el cual lo fantástico emerge y se desarrolla en él; la incertidumbre que media entre lo natural y lo sobrenatural.

Encontramos de entrada una atmósfera opresiva: Conradín es un niño de diez años enfermizo e infeliz, y razones no le faltan. Vive bajo la tutela de su prima, la señora De Ropp, una adusta dama victoriana quien, a falta de la menor muestra de cariño, lo somete a una tiránica sobreprotección, pues, convencida por su médico de que al niño le restan muy pocos años de vida, decide aislarlo y restringirle los más pequeños placeres. El de Conradín, entonces, es un mundo estrecho y miserable, pues la señora De Ropp «representaba para él esos tres quintos del mundo que son necesarios, desagradables y reales; los otros dos quintos, en perpetuo antagonismo con los anteriores, estaban concentrados en su imaginación» (p. 357).

Conradín, en consecuencia, ha cultivado un odio silencioso por su prima, y ante este régimen de vigilancia, prohibiciones, jornadas obligatorias en la iglesia, busca asilo en una caseta abandonada del jardín donde conserva en secreto una gallina de Houdan, y un hurón de los pantanos encerrado en un cajón de madera, este último para el cual «imagina» el nombre de Sredni Vashtar; a ojos de Conradín, el hurón es una deidad pagana desde entonces digna de sus ofrendas y rituales.

Poco demora para que el rinconcito de paz de Conradín también sea cercado por los asedios de la señora De Ropp. La inflexible mujer advierte las constantes visitas del niño al establo, y un día le anuncia que ha vendido la gallina, justificándose en la salud del niño. Conradín no manifiesta ninguna emoción, guardándose para sí la tristeza y la ira. Es a partir de este punto donde el cuento empieza a transitar hacia lo fantástico, o al menos a hacerse explícito.

La omisión narrativa: o la frontera entre lo natural y lo sobrenatural

Es desde ahora que Conradín intenta incidir en la realidad, y para esto recurre a lo único que le queda en el mundo: el hurón Sredni Vashtar.La rebeldía de Conradín cobra fuerza. No solo sigue visitando la caseta, sino que ahora su culto a la criatura adopta un carácter más resuelto, en lo que llega por primera vez a formular una plegaria a su dios-hurón:

Hazme un favor, Sredni Vashtar.

(p. 359)

¿Cuál es ese favor? No lo sabemos, pues el narrador se encarga de mantener inaccesible esta información al lector. Tomemos nota de esto:

El favor no estaba especificado. Sredni Vashtar, que era un dios, no podía ignorarlo. Conradín miró hacia el otro rincón vacío y, conteniendo un sollozo, regresó al mundo que detestaba.

(p. 359)

Consciente de que Conradín ha seguido yendo a la caseta y algo oculta en el cajón, la señora De Ropp le arrebata la llave de este. La certeza de estar perdiendo el último tesoro de su mundo hace que Conradín se aferre con ansia a su plegaria: «Hazme un favor, Sredni Vashtar».

La prima obliga al niño a permanecer dentro de la casa, mientras sale a inspeccionar la caseta y el cajón para sacar lo que ella sospecha son conejillos de indias. Conradín entona un himno a su dios particular:

Sredni Vashtar acometió:

Sus pensamientos eran pensamientos rojos, sus dientes eran blancos.

Sus enemigos pidieron paz, pero Él les trajo muerte.

Sredni Vashtar, el hermoso.

(p. 360)

Son largos y angustiantes los minutos mirando la puerta abierta del establo, en los que la resignación parece inevitable para Conradín, pues (tomemos también nota) «al rezar sentía la incredulidad» (p. 359). Sin embargo, lo insólito tiene lugar:

…Con una exultación furtiva, volvió a gritar el peán de victoria y devastación. Sus ojos fueron recompensados: por la puerta salió una larga bestia amarilla y parda, baja, con ojos deslumbrados por la luz del atardecer y oscuras manchas mojadas en la piel de las mandíbulas y del cuello. Conradín cayó de rodillas. El Gran Hurón de los Pantanos se dirigió a una de las acequias del jardín, bebió, atravesó un puente de tablas y se perdió entre los arbustos. Ése fue el tránsito de Sredni Vashtar.

(p. 360)

¿Qué es lo que ha pasado? No hay explicaciones, ni revelaciones, ni más certezas que el júbilo exaltado de Conradín tras ver al animal salir solitario de la caseta. Pero, ¿ha ocurrido realmente esto? ¿Puede fiarse Conradín de sus sentidos y su mente, o lo engañan? De afuera llegan señales reveladoras:

Y mientras la criada salió a buscar a la señora, Conradín sacó de un cajón del aparador el tenedor de las tostadas y se puso a tostar el pan. Y mientras lo tostaba y le ponía mucha manteca y lo saboreaba con lentitud, escuchaba los ruidos y silencios que caían en rápidos espasmos del otro lado de la puerta del comedor. Los chillidos tontos de la criada, el correspondiente coro de las cocinas, los correteos, las urgentes embajadas para pedir auxilio y, después de una pausa, los sagrados sollozos y el deslizado andar de quienes llevan una carga pesada.-¿Quién se lo dirá al pobre chico? ¡Yo no me atrevo! -dijo una voz chillona

(pp. 360-361)

¿Qué ocurrió?, es el primer interrogante que nos atruena. En términos estrictamente narrativos, por lo menos, lo que ocurre es otro silencio u omisión de información. El hurón de los pantanos ha salido, y el narrador se empeña en mantener en total incógnita lo ocurrido dentro de la caseta, lo cual solo puede dilucidarse (acaso no accederse) a partir de los sucesos que sobrevienen en el exterior: la alegría de Conradín, los alaridos de la criada afuera, el barullo de la servidumbre y los pasos de gente llevando una «carga pesada».

En cuanto a los hechos como tal, el peso del mentado silencio y la ética interpretativa solo nos autorizan a formular preguntas; eso sí, cargadas de veneno: ¿Por qué salió el hurón y no la señora De Ropp? ¿Qué le ha ocurrido a la señora De Ropp? La carga pesada que llevan, ¿se trata del cuerpo de esta mujer? ¿Está muerta? De ser así, ¿qué suceso le ha quitado la vida a la señora De Ropp? ¿Ha tenido el hurón alguna relación? ¿Es el hurón el que le ha quitado la vida a la mujer? 

Aquí nos detenemos a echar mano del conocimiento –o al menos de la imagen mental– que tenemos de esta especie animal. Me permito incluir una imagen en este punto:

Hurón
Hurón. Autora: Darya-Greengrey. Tomado de Pixabay

Considerando la imagen del animal, continuemos con los interrogantes: ¿Tiene un hurón ordinario la capacidad natural de matar instantáneamente a una persona, como la que tendría una víbora o una viuda negra? Si no es así, ¿con qué medios le ha causado la muerte? ¿Tiene este suceso relación con el deseo de Conradín a la criatura? ¿Es el hurón del cuento, después de todo, alguna clase de ente mágico o sobrenatural, y finalmente los rezos de Conradín surtieron efecto?

Si la respuesta a la mayoría de estos interrogantes es afirmativa, implicaría que estamos ante la ocurrencia de un auténtico evento fantástico.

Vale la pena repasar aquí una de las nociones de lo fantástico propuesta por Tzvetan Todorov que resulta fundamental para su comprensión en el cuento:

Hay un fenómeno extraño que puede ser explicado de dos maneras, por tipos de causas naturales y sobrenaturales. La posibilidad de vacilar entre ambas crea el efecto fantástico…En cuanto se elige una de las dos respuestas, se deja el terreno de lo fantástico para entrar en un género vecino: lo extraño o lo maravilloso. Lo fantástico es la vacilación experimentada por un ser que no conoce más que las leyes naturales, frente a un acontecimiento aparentemente sobrenatural.

(Los destacados son míos).

(Todorov, 1981, p. 19)

Desde el principio, el relato nos instala en una percepción de la realidad que coincide con los límites de un mundo estrictamente natural, uno donde imperan la ciencia y la razón que guía el dictamen médico, donde los animales son bienes transables y los «preceptos» y la lógica se imponen implacables a la imaginación, a tal punto que es el propio Conradín quien admite, en medio de su desesperación, que «al rezar sentía la incredulidad» (Borges et al., 2012, p. 359) en cualquier desenlace sobrenatural.

De manera que la irrupción de una entidad sobrenatural, como sería Sredni Vashtar, pone a tambalear la percepción de la realidad, abriendo así una grieta por la que se cuelan dimensiones inexploradas de lo existente, sobre las que el ser humano no tendría ningún control y, por tanto, llegan a asomarse amenazantes. La agitación de la servidumbre de la casa de la señora De Ropp nos da una idea de ello. Sin embargo, el velo espeso que impone el silencio narrativo en «Sredni Vashtar» es tan determinante como para impedir que esta percepción de algo maravilloso se convierta en una conclusión definitiva. Después de todo, ¿no se nos señala desde el principio el carácter imaginativo de Conradín? ¿Que «dos quintos» de su mundo estaban «concentrados en su imaginación» (p. 357). 

Dicho de otra manera, también es válido reflexionar sobre hasta qué grado los eventos finales no hacen parte de la imaginación de Conradín.

En definitiva, el silencio aquí identificado –muy localizado y estratégico en los puntos claves–  resulta un recurso eficaz que contribuye a plasmar el desarrollo de lo fantástico en «Sredni Vashtar», provocando, con sutileza narrativa, el efecto de incertidumbre o dudosa certeza sobre lo realmente ocurrido, lo que abre la posibilidad de diversas lecturas del cuento. En todo su esplendor, la magia indomesticable de lo fantástico.


Documentos citados

Saki. (2012). Sredni Vashtar. En J. Borges, A. Bioy Casares, S. Ocampo (Eds. y Trads.), Antología de la literatura fantástica. Debolsillo.

Todorov, T. (1981). Introducción a la literatura fantástica. Premia Editora.



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