Once minicuentos
absurdos
Jorge Medina
El cartero
Tocó a la puerta con el golpe de los carteros.
—Buenas tardes —saludó al rostro visiblemente molesto entre la puerta y el marco—, esta carta es para el señor Alvarado.
La mujer extendió la mano entre el umbral de la sospecha. Tomó la carta. La giró dos veces y la devolvió al cartero, aclarando:
—Sí señor, esta carta es para el señor Alvarado.
Y agregó:
—Tenga, caballero.
El cartero, Alvarado, se sentó en el sardinel y empezó a leer la deliciosa e imprudente carta que tenía entre sus manos.
La estrategia de la guerra
Un caracol nació 18 años antes de la guerra. Vio a lo lejos el horizonte de los caracoles y emprendió su marcha más acelerada con el ánimo más alegre, sacudiendo babosa y dulcemente sus antenas; por su baba y su pasividad este ser es el más tierno de los seres. Cuando la cola del caracol llegó a donde antes estaba la cabeza, inició la guerra, y el casco del animalito fue atravesado por un obús.
En las manos y en las cartas
Todo lo leyó en la palma de la mano. Brotaban símbolos, como cocos, jugosas metáforas sobre el futuro, refrescantes bebidas para la sed del tiempo.
Y todo lo leyó en las cartas, pero los símbolos eran inversos. Donde hubo alegría, ahora tristeza; donde hubo calma, ahora desespero; donde hubo amor, ahora duda y sombra.
—Todo está en orden —explicó la mística.
Los tonos menores
Hubo una guitarra muda. No existió caricia o jalón que le sacara una nota de sus cuerdas musicales. Además, era sorda. No hubo injuria o alabanza capaz de propiciarle una reflexión sobre su inútil conducta. No hizo más que chirriar como un grillo torturado durante sus siete años de mala vida. Cuentan que cuando fue abandonada en el patio de casa, entre la maleza vigorosa, se reventaron, al unísono, todas sus cuerdas, emitiendo un claro, potente, irrefutable mi menor.
El doble
Tengo un doble. No sé dónde, pero lo tengo. Estoy seguro, porque soy el otro.
Los diarios
Un policía dispara a un manifestante. Se apoya en su pie izquierdo y gira, entonces resbala y cae.
Los diarios titulan: «Policía resbala y cae».
La estafa
Cambié de almohada y ahora sueño sueños de otro hombre, porque son sueños de vidas que nunca sueño cuando estoy despierto.
Me engañaron. Me dijeron que era nueva.
Las buenas obras
En la sala principal del museo dejaron un cadáver. Tenía un hueco de bala en el sombrero, rodeado por un aro de sangre.
El curador se deshizo en técnicos elogios.
Por la obra pagaron bastante bien.
Camaleón sin camaleón
Hubo un camaleón incapaz de cambiar de color, pero sí de forma. Los camaleones lo desterraron, porque eso no era un camaleón.
El dato
Una astrónoma salió del planeta para tomar las medidas del universo. Cuando quiso regresar, ya no había quién la escuchara, pero tenía el dato.
Viajes en el tiempo
Viajé en el tiempo para decirle lo que no fui capaz. Viajé contento, porque después de tantos años de ensayos, malos humores y arrepentimiento logré encontrar la fórmula para trasladarme al pasado y enmendar el trauma amoroso.
Viajé en el tiempo, y nada cambió. Viajar en el tiempo es volver a ser el que se era.