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Perezoso si no corriges lo que escribes
en el chat

Leí que los errores gramaticales en la escritura en medios digitales «dejan ver en el usuario la pereza, el descuido y el olvido». ¿Perezoso es quien no corrige la escritura en estos medios? Este artículo de opinión se redactó en el muro de Facebook, y se publicó allí; este dato es importante, como se notará a continuación.

Jorge Medina

Escritura en medios digitales

En «La concordancia gramatical: reglas olvidadas en los medios de comunicación», publicado en Vigía del Idioma número 54 (de la Academia Colombiana de la Lengua), se dice que los errores gramaticales «dejan ver en el usuario»:

  • la pereza,
  • el descuido y
  • el olvido.

Es inquietante la afirmación «dejan ver en el usuario», pues la premisa sería que las faltas de concordancia en la escritura permiten ver algo del escritor, algo más allá de lo primordial y evidente: que ha cometido una falta. ¿La razón para cometer la falta? No sé cómo podría saberse o deducirse de la falta, la única evidencia. 

En el texto que cito se afirma que es posible saberlo. No se explica cómo, pero se puede: el escritor que comete la falta lo hace por pereza, descuido u olvido.

Es cierto que en ocasiones somos descuidados, es decir, no prestamos la atención adecuada para la escritura. También es cierto que podemos olvidar elementos para la escritura correcta, por ejemplo, algunas reglas gramaticales, y cometemos errores comunes porque hemos olvidado que así no es y, quizá, redactamos con esas formas aprehendidas y difíciles de eliminar de nuestra memoria.

Ahora mismo en estos párrafos que voy componiendo quizá haya cometido dos o tres faltas gramaticales. Sería un descuidado si no regreso a leerme para identificarlas y corregirlas. Eso es el descuido. Si regreso a corregirlas y no me percato de alguna, ¿sería un descuido?, ¿acaso un olvido? Si hablamos de olvido tendríamos que considerar que el escritor conoce y ha olvidado algo concreto. No podría olvidar lo que no estuvo en su memoria.

Ahora mismo en estos párrafos que voy componiendo quizá haya cometido dos o tres faltas gramaticales. Sería un descuidado si no regreso a leerme para identificarlas y corregirlas. Eso es el descuido.

Otra situación muy diferente es la pereza, y me resulta más inquietante aún que la afirmación «dejan ver en el usuario». La pereza es evitar el trabajo, la labor, el ejercicio; es voluntariamente no querer hacer más de lo que se hizo para evitarse el dolor de la pérdida del tiempo o del «desperdicio» de energía.

El perezoso no quiere hacer más. Se conforma con lo que está, aunque no siempre está satisfecho. Vive una contradicción. Es normal que el perezoso luego se lamente, o que se lamente ahora porque alimentó la pereza en días anteriores y ya no tiene más tiempo para corregir ese desperdicio de las horas.

¿De verdad los errores gramaticales nos permiten deducir que el escritor tuvo pereza? Estamos hablando de la escritura en medios digitales, en los «aplicativos electrónicos», como refiere el primer párrafo del artículo. 

Debo suponer que se está pensando concretamente en los canales de mensajería instantánea: las redes sociales; concretamente, los chats. Lo supongo por el énfasis en esos 3 elementos: pereza, descuido y olvido; además, por las últimas palabras del artículo: «debemos usar más y mejor las reglas idiomáticas para desarrollar la competencia oral y escrita en los medios digitales, reglas que se han olvidado o no se usan correctamente como consecuencia de la prisa, el afán o la ligereza, al digitar la información o el mensaje en el mundo globalizado de hoy».

Es importante diferenciar los múltiples espacios en ese mundo de los medios digitales. El correo electrónico, las páginas web, las aplicaciones de escritura literaria como Wattpad son parte de los medios digitales, y no todos esos espacios comparten las mismas características o condiciones para desarrollar sus escrituras.

Hay escritura, y también escrituras; la de las redes sociales es una de ellas. Incluso, se puede diferenciar la escritura del chat de la de las páginas de inicio de las redes sociales. 

Aquí, en Facebook, se escribe en el chat (espacio privado susceptible de ser privado y compartido) y en este espacio en el que estoy ahora: el llamado muro. Ahora estoy componiendo un texto, ensayando, opinando, sobre un artículo que acabo de leer navegando en la página de la Academia Colombiana de la Lengua. Esa página y mi perfil de Facebook son medios digitales, pero tienen marcadas diferencias.

¿Qué pretendo decir?, ¿hacia dónde dirijo mi reflexión? Veamos. Estoy en un medio digital en este instante, y mi escritura es la del literato, esto es, la del que se supone que sabe escribir. Saber escribir como una práctica profesional, un oficio, un dominio sobre la palabra. Cada persona tiene su objetivo de escritura, y no necesariamente es similar al mío o al del autor del texto que cito, y no tanto por nuestros perfiles, sino también por los escenarios digitales.

Hoy se escribe más que en cualquier otra época de la historia de la humanidad: escribir es ahora un acto cotidiano, no ya solamente un oficio o una necesidad administrativa. A diario, en los millones de chats activos en este planeta, las personas están comunicándose a través de la escritura, y su objetivo es el mismo que el de una conversación cara a cara: intercambiar palabras. ¿Juzgaríamos de perezoso al hablante que nos va contando cualquier historia sin detenerse a corregir sus errores gramaticales? Ojo, el hablante, no el escribiente. La escritura en los chats y, en general, en las redes sociales no tiene más propósito que participar de ese intercambio del lenguaje humano.

Hoy se escribe más que en cualquier otra época de la historia de la humanidad: escribir es ahora un acto cotidiano, no ya solamente un oficio o una necesidad administrativa.

No podemos esperar que las personas se detengan a revisar cada mensaje que están escribiendo en sus chats o en las páginas de inicio de sus redes sociales. Si no lo hacen no es por olvido, descuido o pereza, sino porque están en una práctica de escritura cotidiana que no es la del académico, la del oficiante de la palabra escrita. De la misma manera, no podemos pedirles a los hablantes que están por ahí en las cafeterías, en las calles, en los talleres, en las oficinas, en los pasillos de edificios en construcción que se detengan a revisar lo que están diciendo para no cometer faltas gramaticales.

No podemos juzgar, ni siquiera, de perezoso al académico que no corrige lo que va hablando.

En definitiva, las prácticas de escritura son diversas, tanto como sus escribientes. Aun así, entre oficiantes de la palabra escrita, me resultaría difícil concluir que un autor ha cometido un error gramatical por perezoso. Sin embargo, debo confesar que es posible sospechar que un autor no releyó su texto y, quizá, fue vencido por la pereza y el descuido; quién sabe, tal vez también olvidó releerlo.


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Magalico

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